23 abr 2009

El amor por los libros (a propósito de hoy)


A finales de los ochentas aprendí a leer. Recuerdo que fue la seño Angelita, mi maestra de preprimaria (Prepa "A") quien me enseñó. Conservo los dos libros con que aprendí, uno español y el otro mexicano, el primero fue lento y dificultoso, historias pequeñas, declaraciones (mi mamá me mima) mi amigo el perrito, mi casa, mi familia y mis juguetes. El segundo libro era mas complejo, ampliaba a nociones de amigos, Patria, árboles; los dos estaban forrados de azul oscuro y decorados con mis héroes de entonces, Los Transformers.


Fue mi abuelo materno quien me impulsó a leer, me regaló una versión ilustrada para niños de Robinson Crusoe y comenzó a leérmela. Siempre había tenido libros para niños y me leía mi mamá antes de dormir, pero cuando vuelvo a leer el primer párrafo de ese libro, que comienza con algo como "...Nací en Hull, Inglaterra..." y así comenzaban las aventuras del famoso náufrago británico, primer libro que abrió a mi mente la literatura, la aventura y lo desconocido.


El segundo libro al que puedo atribuirle mi interés por leer y escribir y pensar era una vieja edición de Historia Universal, de esas que se compran para Sexto Primaria, con la que había estudiado mi mamá y tres primos sucesivamente. Son característicos esos libros, largos capítulos dedicados a Egipto, Babilonia y Grecia y rápidamente un resumen de la historia de 1870 para acá, terminando con el triunfo de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.


Amé ese libro, virtualmente lo destruí, no por descuido sino por releerlo, el empaste se rompía en mis dedos, recuerdo mucho las tardes perdidas en la casa que alquilábamos en Mariscal y yo tumbado en el sofá leyendo sobre las capitales del Imperio Persa, la epopeya de Alejandro Magno, las Guerras Médicas, la dureza con que los romanos vencieron a Cartago, Carlos V, las Cruzadas, Napoleón, Luis XIV, El Renacimiento, La Revolución Francesa.


Construí mi primer libro al recortar un especial de la prensa cuando se cumplieron los 200 años de la Revolución Francesa, mi abuelo en esos días me ponía a leer la prensa, me pedía a cómo estaba el tipo de cambio, el clima, los titulares y yo era un niño de siete u ocho años interesado en todo, con mucha curiosidad y amor por lo que los libros me pudieran enseña.


Masivas herencias, regalos paternos y posteriores compras mías han ido haciendo mi biblioteca personal, agradezco a mi papá cuando enfatizó que jamás me compraría Nintendo ni nada parecido pero para libros, estaba el dinero disponible. "Caballeros y Castillos", los del Barco de Vapor, decenas de libros que hasta a la fecha conservo y son mis tesoros, leer, del tema que sea nos hace cuestionarnos y reflexionar. Ayuda a pensar. Hay que leer libros. Yo me he vuelto casi un fetichista de libros, me atraen las mujeres que llevan libros en sus bolsas, que hablan de libros, soy útil casi exclusivamente para, por y con los libros.


¿Cuál es tu historia con los libros?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Los libros, uno de mis grandes amores. Mi obsesión con los libros inició cuando mi madre me leía todas las noches antes de dormir; aparentemente siempre le pedía que me leyera los libros más "gordos" y yo era la encargada de voltear las hojas. Siempre le he agradecido por eso porque hoy en día leer para mí es algo que causa enorme placer y también soy muy quisquillosa con lo que escojo leer.Esto me ha permitido abrir mimente a otras culturas y corrientes de pensamiento, que ultimadamente, me han ayudado a crecer como persona.
No se me viene a la mente cuáles son mis libros favoritos, porque todos los he disfrutado por distintas maneras. Por la prosa, por el mensaje, por los personajes; en fin, para mí los libros son algo esencial en mi vida. Siempre he dicho que si desean complacerme, el libro es el regalo más indicado. No hay pierde.
Y comparto completamente la idea de siempre cargar un libro en la cartera. Se garantiza hacer de un momento de espera, un momento grato.

Penn dijo...

Mi historia con los libros.

El cuento de “los libros y yo” empezó antes de que supiera leer. Había (de hecho, hay) en mi casa una colección de libros relacionados con temas distintos… desde el cuerpo humano hasta los bosques. Como es natural en los niños, las ilustraciones eran el “dulce” que un libro tenía para ofrecer. Me ubicaba en las páginas de aquellos libros y, con juguetes en la mano, imaginaba encontrarme en el interior de un espeso bosque o en el corazón de una flor… hasta anduve rondando por el cerebro humano una que otra vez.

Ahora que lo pienso, tenía un par de libros para niños que también usaba para deslumbrarme sola con puros dibujos (e inventar, inspirada por ellos, las historias que posiblemente narraban los caracteres estampados en sus páginas): “La abeja haragana” que tenía pasta blanca y hojas brillantes, y los cuentos de la caperucita roja y la bella durmiente recopilados en un solo tomo partido por la mitad con dibujos que siempre consideré “inusuales”.

“Victoria” se llamaba el libro de pasta verde que me sirvió para iniciarme en la ciencia de la lectura. Una vez dotada de la habilidad irrenunciable de leer, regresé a los libros que antes sólo veía, y los abordé una y otra vez repitiendo a viva voz lo que indicaba cada oración.

A lo largo de mi infancia (por lo menos hasta los 17 años), pasaron por mis manos, además de los libros de texto obligados para la formación educativa, novelas antiguas y modernas, antologías de poesía (todas, obras de autores extranjeros y nacionales); leí santorales, cartas, epístolas y encíclicas papales; me hice fanática de los cuentos inspirados en leyendas populares, de las novelas policíacas y de la filosofía… Escogí mi carrera universitaria inspirada por las historias que rondaban mi cabeza y que llegaron a ella a través de lo que un ciudadano del mundo escribió.

Alcanzada la mayoría de edad y la madurez que estimo poseer ahora (pasados los últimos años, meses, semanas y días) he seguido siendo fiel admiradora y amante de los libros. Naturalmente, las exigencias profesionales (y académicas) a veces nos imponen la lectura de determinada bibliografía. Aún así, el gusto personal por materias particulares persiste y, si bien se me quedaron atrás los cuentos y leyendas populares, aún tengo ganas de tragarme un libro de vez en cuando y de reírme o llorar con él.

Unknown dijo...

Amigo, a veces todavía me sorprendo al pensar en la similitud de nuestras vidas.... Que viva el Barco de Vapor! Nuestro primer acercamiento a la literatura.