15 oct 2009

Ya no somos los que éramos

Recientes noticias han venido a cerrar el período de universidad y parranda para mí y para mi grupo de amigos. La realidad toca a la puerta y la vida explota sin controles ni fronteras. Poco a poco la formalidad, nuevas expectativas y un cambio general de vida va operándose.

Pero sin entar a hablar de mis amigos, lo hago sólo de mi mismo. Ayer en la tarde, saliendo de la oficina decidí que en vez de irme a desesperar en el tráfico eterno hacia mi casa mejor sería explorar la zoan uno, visitar un par de bares recomendados y visitar el Parque Central ahora que se celebran las Fiestas de Octubre, en honor a la Revolución de 1944.

En el Bar Gran Hotel, principal destino de mis visitas, me encontré con un oscuro, sucio y descuidado lugar, mucho menos luminoso, hospitalario y "cultural" de lo que las fotos y mi imaginación habían pensado. Tal vez me he derechizado demasiado con mi nuevo trabajo y vida pero mi impresión fue bastante adversa. Son pocos los lugares, generalizo, del centro que tengan algún germen intelectualoide bohemio con el que me pueda sentir cómodo, la mayoría son chupaderos comunes y corrientes con pretensiones de ser algo más que la cantina de la esquina.

En el parque, casi frente a la vigilancia de la PNC asignada al evento, pude ver apenas a veinte personas escuchando las afinaciones poco serias de unos cantantes mal iluminados que rasgaban guitarras sobre el escenario. De nuevo, tal vez la idílica imagen de los rebeldes iconoclastas se ha retorcido un poco me puso a pensar, retomando lo que mencionaba al inicio del post, lo mucho que he cambiado o al menos ahora me encuentro en que no, nunca pertenecí al Centro Histórico, que me es ajeno por más que lo conozca y lo quiera, por más que entienda su significado general y lo valore.

No es mío.

Me siento en la frontera, donde mi papá me enseñó a vivir, entre mi "background" burgués, con buena casa, estudios y familia, amigos de mi clase y demás y un cierto sentido de pertenencia, de compasión indefinible, un sentimiento en favor de lo rústico, lo mestizo, lo proletario.

La Iglesia en la que creí creciendo, muy distinta a la de los neoconservadores católicos de hoy en día lo definía muy bien: LA OPCIÓN PREFERENCIAL A LOS POBRES. ¿Que de eso existe? La pregunta es por que poco a poco las desiciones y la realidad en la que vivo día a día, mis miedos financieros, las presiones sociales y todo, me hacen dudar de cosas que antes sentía seguras, que con el entendimiento y las tripas creía verdaderamente.

La preferencia por los pobres, el hacerse uno con los pobres, suena muy bien y creo que yo y mi reflujente máscara, mi disfraz de tacuche, mis pequeñas alegrías mundanas, mi status y todo se van a parar yendo al carajo un día, cuando decida hacer algo más. La pregunta del momento es concretamente ¿Que?
Por el momento sólo quiero terminar la tesis, graduarme, para tranquilizar y complacer a mi familia; juntarme un poco mas con ciertos amigos muy queridos, vale la pena. Quiero tiempo para leer, leer mucho y escapar.

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