Tengo un carro, una familia, un trabajo y dos perros. Tengo cuatrocientos libros, doce discos, un iPod y hasta cuatro viejos casettes. Tengo películas en DVD`s, en la computadora y decenas de programas televisivos gringos que ocupan mucho de la memoria, aparte de mi música que nunca oigo por estar pendiente de la radio y sus minutos continuos de anuncios, matanzas y comentarios estúpidos.
Tengo algunos buenos amigos que no veo, un familión con mis apellidos con quienes ya no me conecto ni conozco, tengo pertenencias de mi abuelo: pantuflas, una boina, un chaleco. Tengo fotos. Fotos viejas de ancestros, fotos nuevas de algunos amigos. Tengo un poster de Nelson Mandela, de los Beatles, de Árbenz.
Tengo una caja guardada con recuerdos del pasado, una caja blanca que es azul oscuro por dentro, un azul mezclado con las más toscas tonalidades de gris, un gris como el del cielo de hoy en la mañana, un gris melancólico y horrendo. Adentro hay un lápiz labial abandonado en rápida marcha, un par de servilletas con algo escrito con bolígrafo, algunas fotos, un par de cartas y algunos recuerdos más, verdaderos souvenirs masoquistas a los que no he volteado a ver en casi un año.
Tengo teléfonos a los que nunca llamo, direcciones a donde nunca escribo y libros que nunca he leído. Tengo planes, algunos absurdos, otros costosos y todos en papel y nada en concreto.
Tengo un poco de esperanza que se mezcla con un poquito de fé y sobre todo un hambre intensa de búsqueda. Búsqueda de motivos en el interior, búsqueda de una nueva vida por fuera, pero sigo buscando y no encuentro.
Tengo propósitos, algunos de enmienda, otros decisivos. Tengo lleno de ironías miserables un cajón y bastante frustración entre las cortinas. Tengo de todo y hasta creo tener algo que hasta hace poco no tenía: un propósito vital.
1 comentario:
Se nota la mejoría en sus relatos.
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