7 abr 2008

Cuando se iba la luz y se fue el presidente

¡Hay, se fue la luz! Dijo mi mamá, mientras que a nosotros nos caía de repente la frustración de tal vez ya no poder ver el final del capítulo de los miércoles de Guardianes de la Bahía. Era una época en que mirábamos la serie no por las años después fascinantes curvas que se dibujaban en el uniforme de salvavidas de las rubias ricas y tontas del programa, lo veíamos por que era nuestra costumbre, las historias eran entretenidas y aún no habíamos iniciado nuestra educación sarcástica que más tarde nos darían los Simpson. Habíamos llegado tarde a la casa, vivíamos en lo que entonces eran las afueras distantes de la ciudad, entre montañas pinultecas donde el ambiente a granja todavía existía, previo a la rápida y masiva urbanización de principios de siglo. La televisión, de blanco y negro, vieja herencia que nadie sabía de donde había salido, fue desconectada por mi hermana, mientras yo sacaba de la alacena las candelas y fósforos para sacarnos de la oscuridad que sólo las luces de la carretera, algo lejanas, nos regalaban. Puse la radio de baterías de la muchacha, que estaba guardada cerca de la pila y nos pusimos a oír lo que fuera, rancheras, evangélicas, noticias. Esa mañana, camino al colegio, fuimos escuchando la radio, mi mamá dijo que era importante, pues el presidente, ya cansado de los diputados ladrones, había dicho que quería reformar al Congreso y mejorar la situación de todos los guatemaltecos. Siempre me había interesado lo que tuviera que ver con soldados y policías y desde ese día comenzamos a ver a muchos, más que lo normal, y yo me sentía contento de que el presidente, que había tenido en su campaña una canción que nos gustaba mucho, a mi hermana y a mí, se atreviera a hacer algo importante. Recuerdo que cuando ganó, dijeron que era evangélico y mi miedo era que fueran a prohibir las procesiones. Ahora, cuando pregunté qué significaba que ya no iban a permitir reuniones masivas, me dio miedo que fueran a prohibir los partidos de fút. Esa noche, en la radio no dijeron nada interesante, puras quejas de la gente que llamaba al locutor muy enojados hablando del corte de luz, de los precios de la canasta básica, del transporte urbano, de la corrupción, que era una palabra muy fea y sonaba mucho y de que el presidente no tenía por que haber mandado a los soldados a perseguir gente. Yo sabía, no era secreto, que en las montañas lejanas, cerca de Pana había guerrilleros y el Ejército los perseguía. Me avergonzaba que el Ejército, tan grande y organizado fuera a perseguir a valientes tipos que llevaban años peleando. En mi casa se les tenía una cierta simpatía, cada Día del Trabajo mi papá ponía discos con música andina y gritos, no se, eran dramáticos y siempre me ha gustado el gesto del drama, lo chistoso y lo trágico. En el colegio no se sabía nada, a nadie le interesaba nada que pasara fuera de la tediosa rutina disciplinaria que nos imponían. De vez en cuando, en pleno recreo en el patio grande, aparecía una caravana de elegantes carros negros y siempre decían que allí iba el presidente, a distraerse a jugar golf al Mayan Club, y para nosotros era interesante que el presidente hubiera escogido ese club y era un privilegio que pasara por enfrente del colegio, rompía el aburrimiento de la clase de física. Pensando en esto mi mamá nos pidió que nos termináramos la sopa de verduras, ya algo fría y siempre de mal sabor, para pasar a lo rico, los frijoles de lata, las tortillas y el queso de capas, que siempre comíamos con huevo por las noches. Supuestamente en las noches era la única comida que compartiríamos toda la familia junta, pero mi papá en esos días trabajaba mucho y nosotros cenábamos temprano, dejando la convivencia familiar para los desayunos rápidos y los domingos largos, mi mamá siempre nos daba mucha verdura, sobre todo acelga, espinaca y ejotes, que yo detestaba y a veces nos premiaba por cosas del día con una lata de leche condensada, cuidando siempre de no cortarse uno la lengua con el envase metálico y de vez en cuando con leche caliente con chocolate, y hasta podíamos sacar pajilla para tomarla, todo un privilegio. Unos días después, saliendo de clase de natación, escuché la conversación de que el presidente había renunciado y se había ido por avión a otro país. Un compañero nos dijo que el Ejército había querido botar el avión, pero que no se había podido, me dio miedo que los soldados ya no se fueran a ir del centro y que tuviéramos que tener siempre cuidado de que decíamos con otras personas, claro que en mi casa no importaba, pero ya donde mis primos todo era distinto, mejor ni hablar de ciertas cosas, cómo se trataba en tu casa a la muchacha, que era mejor conocer Disney o Los Ángeles que Tikal, que algunos tenían jardinero de fijo, dos muchachas y hasta cocinera, era interesante y a mí me dio mucha pena que el presidente que todos queríamos y había tenido un discurso tan bonito en el estadio Mateo Flores cuando se volvió presidente, se tuviera que haber ido, pobre. Esa noche estábamos reventados, y sin televisión nos pusimos desesperados, recién llegados a la casa, mi mamá siempre nos exigía que nos quitáramos el uniforme del colegio, pero yo no lo hacía, por que recordaba por la televisión que los importantes hombres de corbata nunca se quitaban su traje ni para cenar con sus novias o sus familias, las telenovelas se encargaron de darme la imagen del hombre fuerte que llega agotado a su casa a comer y dormir, como hacía mi papá, al que temíamos mucho, aunque ni mi papá ni yo usáramos corbata nunca. En esos días, siempre íbamos a visitar a doctores, pasábamos tardes enteras esperando en salas llenas de niños, más pobres o más ricos que nosotros, pues nos daban las consultas gratis, pues mi papá era amigo de todos los doctores de la capital. Esa noche, llegamos después de esperar horas en ese feo edifico que está enfrente del Palacio Nacional, desde la ventana se veía una gran manifestación, siempre habían manifestaciones, unas señoras que mi papá decía eran muy huevudas y que siempre estaban en contra de lo que el Gobierno y el Ejército dijeran organizaban gente para manifestar, a veces venían de lejos, a veces eran estudiantes, a veces gente que vivía en los barrancos. Los policías usaban gases para darles miedo y que se fueran, yo en ese tiempo tenía un libro de historia y me encantaba ver a los policías con cascos y máscaras, me figuraba que estaban en el Frente Occidental, peleando las batallas de Verdún o del Somme, en la prensa siempre salían unas fotos muy buenas. Después de la cena, mi mamá nos dijo que ya nos fuéramos a dormir, para nosotros era un lujo ya no tener que compartir cuarto, en esa casa nueva que quedaba lejos del colegio cada uno tenía un cuarto grande que se miraba vacío con nuestros muebles y camas. Ya estábamos en pashama, ya mi hermana se estaba durmiendo, cuando escuchamos el sonido de las llaves cerca de la puerta, y sólo podía ser mi papá el que hiciera ese sonido, así que nos levantamos y le fuimos a dar su abrazo de buenas noches, por que cuando no lo hacíamos, por que estábamos viendo televisión, mi papá decía que parecía que un chucho había entrado por la puerta y nadie lo iba a saludar. En ese tiempo, todavía no ironizábamos nada, por que a los años, cuando repetía lo del chucho, nos hacíamos los chistosos y de hecho buscábamos al famoso animal. Esa noche, después de rezar, ya no sintiendo el frío que siempre daba por que vivíamos en las montañas, me dormí, poco a poco, viendo poquito de luz que salía desde el cuarto de mis papás, pensaba en lo que había visto ese día, que de grande quería contar esas cosas, que ya mejor me dormía.
Santiago Atitlán, Octubre 2007

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente cuento, anecdotas que uno recuerda de una niñez muy diferente a la actual. Una realidad diferente, llena de emociones por cosas sencillas y otras no tanto. Yo no recuerdo mucho mi niñez, no recuerdo muy bien lo que hice el año pasado tampoco, ni mucho menos mas atras. Pero cuando trato de desenpolvar mis recuerdos si veo a mi papa, esa imagen tan heroica y varonil, y a mi mama, la encarnacion de la ternura. Espero que podas seguir contando cuentos o anecdotas como esas que me hacen trasladarme tambien a mi niñez (imaginaria?)

Algunas Luchas dijo...

Hey.. que bien escribes, yo tampoco recuerdo nada de mis primeros años, aunque si recuerdo bien esos días pues eran mis años de graduación del colegio. Mira. si un dia te interesa publicar en Ati, la revista del lago, pues estas invitadisimo.
saludos
Lucha

Anónimo dijo...

Excelente remembranza. Con tu texto uno puede viajar, no solo a esa epoca del pasado de Guate. sino tambien a tu ambiente familiar.

Aunque al ver el post parecia aburrido por no tener cambios de parrafo, al ir leyendo lo envuelves tan bien a uno que no se siente ni largo ni pesado.

Felicitaciones y adelante!

Cristián Guerra Campo dijo...

Panero: Gracias por tus palabras. Mi niñez la recuerdo mucho más que los años de primaria en el colegio, incluso, platicando con amigos de ese tiempo, tengo borrados años enteros de secundaria y la verdad por algo sera.

Me da mucho gusto que te trasladaras, de alguna forma, era la intencion del cuentito.

Lucha: Muchas gracias, acepto la invitacion, solo dime como y cuando. Ahora estoy algo limitado de tiempo y dinero por que estoy estudiando para mis privados, pero se puede arreglar. Por cierto, me muero por volver al lago, no lo veo desde enero.

Anonimo: Cuando me escriben anonimos, escriben bien y ademas me felicitan, lastima no sepa de quien se trata. Fijate que la intencion era esa, que tuviera un unico gran parrafo, copia barata de Saramago, claro, era puro experimento, pienso que si se lee rapido se absorbe la impresión de lo escrito, no se.

Por otra cosa que queria explorar era el lenguaje, en este caso inocente, del momento, realmente me translade alla sin racionalizar las cosas como lo haria hoy, no se.
Muchas gracias por el animo.

Unknown dijo...

Interesantísima narración. También estimuló mucho mi memoria. Me hizo pensar en aquello de «Si quieres ser universal, habla de tu propia aldea.» Solo una cosa, el club de golf cercano al colegio es el Country Club, no el Mayan.

Amélia Rivera dijo...

Qué bueno que vuelvas a tener tiempo libre para escribir, muchas veces hace tiempo esa introspectiva.
Es una vaina muy chévere y más cuando uno logra recordar momentos históricos asi sea desde el enfoque más costumbrista del mundo, porque al fin y al cabo eso fue lo que uno vive.

Siento mucho poderlo leer hasta ahora, pero estoy en nuevo trabajo y estudiando en dos ciudades , entonces ando de arriba para abajo cuando no estoy en los studios y no he podido leer bien los correos desde Semana Santa.

Cristián Guerra Campo dijo...

Sara: Tiene razon!!! No podia recordarlo y la verdad da lo mismo. Mi hermana reconocio el error tambien, gracias por sus palabras y lo que hablamos, por que estoy escribiendo otra vez y claro, explorando esa infancia tan personal pero tambien tan comun en tantos aspectos para tanta gente.


Ame: Fijate que entre la estudiada de privados que es mera pesada y larga y el no estar trabajando ni estudiando nada mas, pues tengo tiempo para pensar, leer y recientemente escribir. Que bueno que te gusto el cuento y gracias por tus palabras.
Que estes bien.